Mi nombre es Propiedad Intelectual
Un cuento corto.
¡Hola!
Permíteme contarte a qué me dedico.
Mi negocio es simple: compro algo y lo vendo.
Ups, perdón, eso no es completamente cierto. Sí compro, pero lo que compro no lo vendo. En realidad, le cobro a mi cliente una fracción de mi costo, por el privilegio de usar mi mercadería en cierta forma. Pero a estos privilegios por los que cobro me gusta llamarlos "derechos" porque suena más bonito y democrático. Aun cuando sea obvio que, si tienes que pagarme por tu "derecho", entonces obviamente no es un derecho.
Claro está, tengo muchísimos clientes. El dinero está en que son muchos, y atenderlos me sale casi gratis, porque -- ¿lo mencioné ya? -- mi negocio son los intangibles. Como comprenderás, a diferencia de las cosas, yo puedo multiplicar mi "mercadería" infinitamente casi sin ningún costo para mí. A esta "mercadería" la empaco en "botellas" que se ven bonitas, para que mis clientes sientan que han comprado un producto, aun cuando lo que les di ni es un producto, ni me lo han comprado tampoco.
Qué te diré, ¡es un negociazo! Es mejor negocio que vender agua embotellada, porque mi "agua" literalmente no se acaba y, ahora -- con la tecnología -- las "botellas" son casi completamente gratis. Lo cual, por cierto, invita la pregunta: si es tan buen negocio, ¿por qué no hay otros que se dedican a vender tu misma "agua" en sus "botellas"?
He ahí mi problema -- así como yo multiplico mi "agua", mis clientes pueden hacerlo también. ¿Qué les impide multiplicar mi "agua" y regalársela o vendérsela unos a otros, con o sin botellas?
Bueno, tengo dos estrategias para evitar eso. ¿Quieres saber cuáles son?
¡Pues, las mentiras y la violencia -- en ese orden, claro está! Lo que hago es lo siguiente.
En primera instancia gasto dinero en propaganda e influencias -- algo que, por cierto, yo llamo "educación" y "relaciones públicas" porque suena mucho más bonito. Gasto mucho, mucho dinero. Mis propagandas contienen un ecléctico arsenal de mentiras para convencer a la gente de que está mal multiplicar mi "agua" sin pagarme dinero a mí:
- Que el "agua" es mi propiedad. Obvia mentira -- el "agua" no es sujeto de propiedad. El concepto de propiedad se inventó para resolver conflictos por objetos. Piensa un momento: imagínate si pudieses duplicar todos los objetos que vieras, infinitamente, sin esfuerzo y sin ocupar espacio alguno; es claro que, en un universo así, el concepto de propiedad no tiene sentido porque jamás habría conflicto por un objeto. Ése es precisamente el universo de donde viene el "agua", por lo que decir que el "agua" es apropiable es igual de estúpido que decir que el alma es mojable. Pero no voy a dejar que la verdad me detenga -- muy poca gente se detiene a razonar esto, por lo que la gran mayoría se traga mi mentira y yo soy feliz.
- Que si no me pagan por mi "agua", eso es un robo. Obvia mentira porque robo significa quitarle su propiedad a alguien, y los que multiplican "agua" ni le quitan nada a nadie, ni es propiedad lo que multiplican.
- Que tengo derecho a que me paguen por mi esfuerzo. Obvia mentira porque el esfuerzo por sí solo no da derecho a recibir una recompensa. La recompensa es lo que la gente esté dispuesta a pagar por lo que yo haya hecho, y si alguien decide no comprarme, yo no puedo moralmente obligarlo por la fuerza a que me compre.
- Que si multiplican mi "agua", los fabricantes de "agua" (¡yo!) van a quebrar y ya no va a haber más "agua". Obvia mentira porque el "agua" se puede multiplicar fácilmente y se puede combinar con otros "productos" para hacer nuevos "productos" aún más maravillosos, y no se necesita una fábrica de "agua" para producir algo que es en esencia infinito e inagotable.
- Que si compran mi "agua" pero no me la compran a mí, están comprando "agua falsificada". Obvia mentira porque H2O es H2O aquí y en la China, independientemente del "recipiente" que la contenga.
- Que si multiplican mi "agua" para regalársela mutuamente, son "piratas". Obvia mentira porque los piratas andan en barcos y usan la violencia para robar, pero cuando alguien multiplica "agua", ni está en un barco, ni está usando la violencia, ni le está quitando a alguien. Pero eso no importa -- la idea es asociar la inmoralidad de la violencia y el robo con el acto pacífico de multiplicar "agua".
En todo caso, la intención es clara: la idea es hacer sentir mal a la gente cuando multiplican mi "agua" o compran "agua" pero no me la "compran" a mí. Todo lo que tengo que hacer es repetir mis mentiras como mantras, presentar lo que no me conviene con asociaciones negativas, distorsionar las palabras con significados que me convengan, y hacer que la gente "se ponga en mis zapatos" en relación a mis mentiras, a pesar de que la gran mayoría jamás estará en mi posición, sino más bien del lado de los explotados. Más temprano que tarde, la gente integra mis mentiras a su ego, lo cual inmuniza mis creencias contra la lógica y la evidencia, e imposibilita cualquier discusión racional en torno a ellas.
Muchas otras mentiras han sido propagadas exactamente con la misma estrategia. Examinemos un ejemplo:
- Pregúntale a alguien si la democracia es buena y verás cómo te la defiende.
- Pregúntale si está bien que diez tipos voten para quitarle su casa y verás como te dice que no.
- Haz énfasis en la contradicción entre la primera respuesta y la segunda respuesta. Observa cómo esa persona trata de justificar la contradicción con "casos excepcionales" o "para esta situación es buena pero para esta otra no" y tonterías similares. Observa cómo esa persona se molesta contigo.
El momento en que una persona integra una creencia a su ego, cualquier crítica en contra de esa creencia o evidencia que demuestre que es falsa es involuntariamente interpretada por esa persona como un ataque personal. Esta es precisamente la razón por la que no se puede razonar con la gente que tiene creencias contradictorias. Y esa es mi meta.
Lamentablemente no todos caen en mi trampa. Para aquellos que se resisten, cierro el círculo con la segunda estrategia: la violencia. El truco es medio complicado, pero consiste en hacer que otros usen la violencia para servir mis intereses. A primera instancia no parecería que mi estrategia use la violencia, pero he ahí justamente lo que la hace tan efectiva. Me explico.
Como vivimos en una "democracia", le "apuesto" a todos los políticos favoritos con "contribuciones de campaña" y otros diversos sobornos y favores. Naturalmente, como todo político que quiere ganar necesita dinero e influencia, y yo los tengo a todos en mi bolsillo, inevitablemente seré el ganador de mi apuesta (es decir: saldrá electo cualquiera viable). Por supuesto, el común de las personas está muy ocupado emocionándose con su "democracia", participando en sus "elecciones" o anonadada por el circo de la política. Eso no importa; lo importante es que o nadie se percata de mi estrategia, o la gente está resignada porque sabe que no puede comprar favores de sus políticos -- recuerden, Juan Piguave trabaja por su dinero, pero yo multiplico "agua" infinitamente... ¿quién tiene más dinero y poder: Juan Piguave o yo?
Bueno. Salen electos mis políticos. Ellos se reúnen, debaten, se avientan ceniceros los unos a los otros y, tarde o temprano, escriben con mucha pompa unas palabras mágicas en unos papeles que se ven muy oficiales y serios. Tú conoces estos papeles -- se llaman "leyes". Estas "leyes" contienen una gran variedad de prohibiciones -- cosas que tú tienes terminantemente prohibido hacer pero -- obvio -- los políticos que las escribieron sí las hacen impunemente. Ya lo dice el dicho: las cercas no son para los granjeros -- son para el ganado.
¡Oh, sorpresa! Las nuevas "leyes" contienen dos prohibiciones, generalmente conocidas como "derechos de propiedad intelectual":
- La prohibición de multiplicar "agua", llamada "derecho de autor". Nombre que es por demás un insulto a la inteligencia. En primer lugar, yo no soy el autor del "agua", así que mal puede ser este un derecho de "autor". En segundo lugar, un "derecho" que atente contra los derechos de propiedad de las personas obviamente no es un derecho sino todo lo contrario. Y eso es exactamente lo que es: la gente ha perdido su derecho a usar su propiedad como le venga en gana -- todos tienen terminantemente prohibido usar sus cosas para multiplicar "mi agua" sin mi permiso.
- La prohibición de construir o vender inventos. Esto se llama "patente" y significa que, si yo me "invento" un método para multiplicar un "líquido" en general y solicito una "patente" para este "invento", nadie más puede construir, vender o importar este "invento". Otro atropello, por supuesto, a los derechos de la propiedad de todos -- ya nadie podrá fabricar una máquina para multiplicar un "líquido" -- por más que tenga los materiales y el conocimiento -- sin pedir mi permiso y pagarme mucho dinero.
No nos alarguemos mucho: lo importante es que estas prohibiciones consisten en quitarle a la gente sus derechos de propiedad, y que están respaldadas con amenazas de cárcel y pobreza. ¡Jajajaja! Ahora tengo el privilegio de prohibirle a la gente ciertos usos de sus cosas si no me pagan primero, ¡y encima he logrado bautizar a ese acto como "proteger mis derechos de propiedad intelectual"! Y lo que es mejor, estas nuevas "leyes" validan mis previas mentiras, lo cual les entrega aún más credibilidad. ¡Aunque lo diga yo, soy un maestro de la propaganda!
Con esta maravilla de la "propiedad intelectual", ahora soy el monopolio nacional de "agua" e incluso de todos los "inventos" para fabricar "líquidos", soy rico y respetable, las "leyes" están al servicio de mis intereses, cada vez tengo más dinero para reinvertir en propagandas o comprarme nuevas leyes, ¡y la mejor parte es que la gente me cree muy noble porque soy "defensor de derechos"!
¿Y si, a pesar de todo esto, alguien decide multiplicar "agua" o inventar el "jugo de naranja"? ¡Pues ahí entra la violencia, claro está! Todo lo que tengo que hacer es presentar una queja a un juez y el trabajo se hace prácticamente solo: los policías y los jueces -- que se encargan de hacer lo que los políticos ordenan en las "leyes" -- identifican a los "infractores" (linda palabra, ¿no?) y los acusan de haber cometido el "crimen" de "multiplicar agua sin permiso".
Ahí entro yo. O le meto un juicio al "infractor" o el mismo Estado lo hace por mí. En el juicio, yo "calculo" cuánto he "perdido" -- cifra que me invento basándome en cuánta "agua" no me pagaron, aunque sé perfectamente que no porque alguien haya obtenido "agua" gratis, significa que me iban a pagar. Ah, en algunos países, el monto que yo he "perdido" se calcula basándose en un método arbitrario, como por ejemplo $700.000 por cada "botella de agua" que el "infractor" obtuvo; no es broma -- estoy hablando en serio.
Al final del juicio, según su naturaleza, el juez decide si lo obligan al "infractor" a darme todo lo que tiene y más, y si también lo abandonan a su suerte en una jaula junto con violadores, pederastas y asesinos. Todo esto, claro, por la fuerza. Y si al "infractor" se le ocurre huir o resistirse, en última instancia sufrirá envenenamiento por plomo de la variedad proyectil.
Finalmente, muerto, preso o quebrado, el aparato de propaganda del Estado se encargará de arrastrar la reputación del "infractor": "criminal" (claro, yo lo bauticé criminal), "violento" (¡ja!), "el 'agua' no le pertenecía" (tampoco me pertenecía a mi porque en primera instancia no es propiedad). Es más -- como casi todos confunden autoridad por moral, con toda probabilidad sus mismos amigos y familiares lo culparán, criticarán y desterrarán. De una o de otra manera, el "infractor" -- un ser humano perfectamente pacífico -- quedará arruinado y destruido. Nadie le tendrá simpatía a ese pobre diablo, porque mis mentiras y la autoridad del Estado tienen muy convencida a la gente como para que alguien se detenga a considerar racionalmente la perversidad moral de la que este hombre ha sido víctima. El veredicto será unánime: culpable.
Cualquiera entiende que está bien usar la fuerza para defenderse, defender a otros, o defender su propiedad. Cualquiera entiende también que está mal que yo golpee, secuestre o robe a alguien, y mucho peor si yo contrato a alguien para que lo haga por mí. Pero -- cosa muy curiosa -- este elemental y universal principio de la no violencia aparentemente no aplica a los funcionarios del Estado; ellos sí se reservan el privilegio de matar, enjaular o mandar a la bancarrota a quien sea, y nadie nunca puede resistírseles so pena de muerte (literalmente). En materia de Estado, el principio que cuenta es el principio de la violencia; lo que es arriba es abajo, lo que está bien está mal. Siempre y cuando, por supuesto, las palabras mágicas en los papeles oficiales así lo ordenen. ¡Y adivinen quién controla las palabras mágicas!
Como puedes ver, yo no tengo que invertir un centavo más de lo que ya he invertido, ni tengo que ensuciarme las manos con el uso directo de la violencia o las amenazas. Todo el trabajo sucio e inmoral se lo delego al Estado, gratis para mí, financiado por tí.
La consecuencia final de mi estrategia es fenomenal: como las personas obedecen a la autoridad, le temen a la cárcel y la pobreza les da inseguridad, naturalmente se verán "inclinadas" a no multiplicar "mi agua" y a comprarme directamente a mí. Ley de oferta y demanda: yo puedo subir los precios de mi "agua" a lo que me dé la gana. Y como tengo mucho dinero y poder, los que fabriquen nuevos "líquidos" tendrán que venir a mí para que yo los comercialice -- ellos me venden sus "liquidos", y yo les pago treinta centavos de "regalías" por cada "botella de su agua" mientras yo me embolso nueve dólares. Las autoridades se llenan las bocas hablando de "proteger la propiedad intelectual" mientras te roban tus impuestos, y yo cuento mis billetes en la ventanilla del banco. ¡Genial!
¿Cómo es que le llaman a esta situación? Creo que es win-win-win. Veamos: los políticos se hacen más ricos y poderosos, se contratan más policías y jueces, los abogados son felices porque se crearon nuevos puestos de trabajo para ellos, y yo gano una camionada de dinero porque ahora puedo comprar "agua" bien barata y comercializar copias de mi "agua" a mucho mejor precio para mí.
Todos ganan. Excepción hecha, por supuesto, de tí. Porque si tienes la audacia de multiplicar mi "agua" pacíficamente desde la Internet, por más buena persona que seas, te voy a atropellar, y no me verás venir.
Dicen por ahí que las grandes fortunas siempre son mal habidas. Yo solo te digo que soy más rico de lo que tú te puedes imaginar. ¿Y quién paga la cuenta? Tú.