Las tres leyes del huevo

publicado 31/12/2005, Última modificación 26/06/2013

Para este artículo, tengo que hacer la siguiente aclaración. Esta pequeña reflexión no es producto de mi intelecto únicamente. Aquí hay esfuerzo invertido por parte de mi grupo de amigos, especialmente el Chino, co-mentalizador original de esta reflexión.

Atención: este artículo contiene profanidad extrema. No lo sigas leyendo si te vas a ofender.

Bueno, ¿qué diablos es esto de las leyes del huevo? Huevo, en este contexto, no quiere decir eso que se pone en la sartén y se fríe para comerse en el desayuno. Sí señor, en este contexto, huevo tiene el peor significado de todos. Solamente hice esta pequeña aclaración para que tengan la absoluta certeza de lo que toca ahora.

Puede que estas leyes les suenen a mito urbano. Sin embargo, las he podido comprobar en carne propia y de testimonios de primera mano también. Cabe recalcar que probablemente estas leyes tengan su contraparte femenina. Esa reflexión quedará para las mujeres.

Primera ley: una vez que lo prueban, no lo pueden dejar

Así es. No existe, sobre la faz de la Tierra, mujer que haya probado el huevo y haya dicho después que ya no quiere más huevo. Una vez que lo prueban, tarde o temprano vuelven a caer. El impulso carnal más básico predomina.

Alguna vez algún filósofo en algún año dijo que los sentimientos son veinte veces más fuertes que el pensamiento. Lo más seguro es que haya estado hablando precisamente de este tema: el poder del huevo. Claro que el filósofo no conocía el dicho que reza los pelos de la chucha jalan más que un tractor.

Segunda ley: primer huevo tiene derecho de piso

También es cierto. Claro que las mujeres generalmente se refieren a esta ley con la famosa frase es que con él fue mi primera vez, eso fue muy especial. Lo que están queriendo decir en realidad es que, si se les presentase la chance de "recapturar" aquello tan especial que vivieron (osea de volver a acostarse con su primer hombre), probablemente lo harían. Hasta la fecha no he visto evidencia de lo contrario.

De hecho, tengo un amigo quien estaba bien amarrado con una (ahora ex-) novia de él, y cuyo nombre quedará protegido por siempre en el anonimato. El caso es que ellos estaban viviendo una francachela del Sanputas todos los días. Y de un momento a otro, la man lo dejó. ¿Cuál no sería su sorpresa al enterarse de que ella había vuelto con su primer hombre, quien, por cierto, no la hacía acabar nueve de cada diez palos?

En todo caso: ¿fuiste su primer huevo? Si haces una buena gestión, tienes "casita" por el resto de tu vida, viejo, incluso sólo para sexo casual.

Tercera ley: según el huevo, la belleza

Esta es, de todas las leyes, la que más trabajo le toma a la gente para aceptar. ¿Alguna vez han visto una tipa guapa que, con el pasar del tiempo, perdió su "luz" original, aquel yenesecuá (aquí no hablamos francés)? Seguramente no supieron describir cuál fue el cambio, pero estaban segurísimos de que ella se había desmejorado.

La causa de eso se conoce en el bajo mundo como mal bajo: incapacidad masculina para hacer gozar a una mujer. Si bien es cierto que no todas las mujeres son multiorgásmicas o algo por el estilo, también es cierto que casi ningún hombre lo es. Es decir, los hombres son más como los fósforos y las mujeres como encendedores. Una vez que el fósforo se apaga, jodido que se vuelva a encender. Y aún así, sabiendo que eso es tan cierto como que el Universo se expande, muchos hombres insisten en acabar primero y dejar que la mujer se joda, yo ya acabé.

Bueno, si vieron a la tipa guapa desmejorarse, ya saben el motivo.

Lo mismo aplica en dirección opuesta. A veces, vemos mujeres que, a sabiendas de que son feas, de un día para otro adquieren un aura interesante. Como que se hicieran más atractivas. Casi, casi, como si ya no fueran tan feas. Lo más probable es que hayan tenido buena fortuna y hayan salido sorteadas con un buen huevo.

Conclusiones

Somos seres humanos. La carne nos afecta, y se manifiesta en nosotros de formas casi incomprensibles. Es inconcebible pensar lo contrario, a la luz de tanta evidencia. ¡Celebremos por las tres leyes del huevo!