La política: el arte de robar y hacerle creer a la víctima que, si no se deja robar, es malvada

publicado 10/02/2010, Última modificación 26/06/2013

¿Cómo crees tú que se financian las obras sociales?

Los ciudadanos decentes, para obtener recursos, se ponen de acuerdo pacíficamente, intercambiando labor, tiempo, esfuerzo y recursos económicos para que ambas partes obtengan lo que desean.  Pacíficamente.  El político no.

Cuando el político necesita recursos para ejecutar su agenda, lo que él hace es dar órdenes de robar a la gente.  Acto que es anatómicamente idéntico a un asalto -- un perfecto desconocido viene y te exige que le entregues lo tuyo, y te notifica que si te resistes, habrán consecuencias violentas.  Sin duda alguna, es un robo: esa propiedad que él obtiene de la gente, la obtiene únicamente porque implícita en su orden está la amenaza del castigo violento, amenaza que el político prefiere evitar mencionar pero que está ahí, latente, lista para aplastar a quien se resista a las demandas del político.  Y por eso, no es diferente en nada a un ladrón acercándose a su víctima con un revólver martillado, diciéndole "Si me das lo que quiero, voy a ser tan buena gente que no te voy a disparar."  Sí, la consigna es clara: siempre y cuando obedezcas lo que te ordenan, nada malo te va a pasar.

Si todos entienden que robar está mal... ¿cómo es que la gente hace caso y paga?  Fácil -- el político lo llama "impuestos", le hace creer a la gente que este tipo de robo es legal y bueno, y dedica cantidades inusitadamente largas de su tiempo haciéndole creer a la gente que este tipo de robo es "justo" o "es necesario por tal o cual motivo", o "es una obligación voluntaria contraída por el ciudadano".  Todas estas manipulaciones de la verdad son muy, muy necesarias, porque la gente tiene una natural aversión a la perversidad.  Y estas manipulaciones son muy obviamente mentiras -- a) si el cobro de impuestos no es robo, ¿cómo es que el que no paga es castigado con la violencia y el que resiste este atropello es disparado o arrastrado a una mazmorra? b) si tanto es necesario algo, ¿por qué la gente que lo quiere no lo financia directamente? c) si yo he contraído una obligación a voluntad mía, ¿por qué son incapaces de demostrar que yo he contraído una obligación tan importante?

Y cuando alguien con huevos hace estas preguntas, el político y sus groupies vasallos tienen que recurrir a ataques personales, junto con hipótesis y doctrinas indemostrables que en consecuencia son automáticamente falsas.  Como los seres humanos tienen capacidad de raciocinio, la única forma de inculcar estas mentiras a la gente es cuando la gente es pequeña y todavía carece de pensamiento lógico.  Por eso, estas mentiras y este odio son enseñados en todas las escuelas -- abusando de los niños y de su credulidad -- como verdades incontrovertibles.  "Oh, que la democracia...",  "Oh, que el contrato social...",  "Oh, que eres el ladrón que no paga...".  En un cuento de nunca acabar, que logra convencer a la mayoría de que la convicción es reemplazo del raciocinio, y de que insultar a quienes cuestionan lo impartido en el colegio convierte a esas mentiras en verdades.

Pero toda vez que uno ve el robo por lo que es, y deja de creer en las mentiras que justifican esta perversidad, uno puede entender que todas esas "obras" que los políticos prometen son financiadas con un botín -- que puede ser legalmente obtenido, pero que jamás podrá ser moralmente justificado -- y que encima es corrupto, porque se justifica a base de obvias mentiras y contradicciones.  Por ello, y en cuanto estén al tanto de aquello que he descrito arriba, son inmorales y corruptos, al menos para quienes entienden que la moral responde a la razón, a la responsabilidad, a los principios universales que no se pueden jamás negar, y a quienes entienden que la corrupción no es solamente aceptar coimas, sino más bien cualquier acto que se justifique con falsedades.

Por eso, todas esas acusaciones de corrupción individual y de estupidez de tal y cual político me tienen sin cuidado -- porque todas ellas palidecen ante el perverso mito fundamental, y son únicamente la lógica e inevitable consecuencia del fundamental asalto justificado con el mito.  Aquel asalto que el político perpetra con mentiras y amenazas en contra del ser humano común y corriente.  En contra de tú y yo.

La diferencia entre el político y el asaltante: el asaltante no tiene las herramientas para convencer a sus víctimas de que no están siendo asaltadas.