El efecto de la verdad y la mentira en las sociedades
La mentira es nefasta. La verdad salva vidas.
Las sociedades que construimos juntos — con las cosas que nos contamos — sufren o prosperan según la medida de cuán ciertas son las cosas que nos contamos, dado que las cosas que nos contamos generan creencias, esas creencias generan actos, y cuando los actos no son consistentes con la realidad, la gente sufre.
El Ecuador está en la verga porque tiene décadas de vivir una constante mentira socialista. Somalia está en la verga porque tuvo tres décadas de Comunismo. Suiza no está en la verga, porque en Suiza la sociedad no cree en esa mierda perversa e ilógica — por tanto, los actos de los Suizos son consistentes con ese rechazo a ideas estúpidas, y de esa manera crean una sociedad próspera. Los resultados sociales que están a la vista — y que muchos resentidos suprimen de sus intelectos — son en directa proporción a cuán fieles son esas respectivas sociedades en respetar lo que es real, lo que es virtuoso y lo que es bueno.
Las mentiras que no se desmienten dañan la psiquis, tanto del individuo como de la sociedad. Cuando alguien miente sobre las perversidades de un monstruo que mató a miles y hambreó a millones, o niega que dicho monstruo es responsable por esas perversidades, todos los demás nos vemos afectados a futuro. Cada vez que vemos a un idiota útil defender a Fidel Castro, o a Mao Tse-Tung, o a la agresión en general como método de organizar una sociedad, hay una oportunidad para quien escuche al idiota útil se crea una mentira. De mentira en mentira es justamente como la gente perversa construye sociedades incapaces de distinguir lo real y lo bueno de lo falso y perverso — sociedades alienadas y vulnerables, listas para darle a un futuro Fidel, Mao, o Hitler el poder para cometer más atrocidades indecibles. Cada mentira que se dice, y que no se contrarresta con una verdad, nos hace a todos más vulnerables a las maldades que esa mentira acarrea.
La libre expresión nos otorga a todos el derecho a vivir en la negación o engañar a otras personas para uno mismo sentirse bien egoístamente con cualquier idiotez falsa que uno quiera creer. La contraparte de ese derecho de cada uno, es el derecho a observar que lo que esos idiotas útiles pregonan es falso y pernicioso. La gente perversa lo sabe — por eso, siempre pelea para quitarle a los demás el derecho a decir la verdad.
Yo ejercito ese derecho. ¿Tú, por qué no?